Los signos de la podredumbre por lluvia son inconfundibles: Unas horas después de llegar de la lluvia, el pelaje de tu caballo comienza a levantarse en un patrón peculiar, ya sea bordeado por la «línea de goteo» de la escorrentía de la lluvia o en parches. Cuando empiezas a alisarlo, sientes un calor radiante y tu caballo se estremece al tocarlo. Al día siguiente, han aparecido costras sensibles y apretadas en los lugares donde se concentró la lluvia en el lomo y los costados, convirtiendo a tu caballo en un miserable desastre. ¿El culpable? La podredumbre por lluvia.
La podredumbre por lluvia está causada por Dermatophilus spp., bacterias que normalmente viven sin consecuencias en el pelaje de los equinos. Sin embargo, una lluvia seguida de condiciones húmedas y de secado lento permite que el organismo se multiplique, lo que irrita los folículos pilosos y la piel de los caballos afectados.
La costra, que puede variar en gravedad desde un ligero «salpicado» hasta una sábana dolorosa continua, sigue el patrón de escurrimiento del agua sobre el lomo y la grupa del caballo. Rara vez las lluvias posteriores inician nuevas áreas de infección.
Cuanto antes se detecte la podredumbre por lluvia, más fácil será evitar a su caballo las molestias y los problemas estéticos asociados a ella. Un breve curso de inyecciones de penicilina comenzado en los signos iniciales de un pelaje elevado resolverá el problema sin pérdida de pelo. Si se empieza con la penicilina después de que aparezcan las costras, el tratamiento seguirá siendo eficaz, pero la curación tardará más. Sin tratamiento, la podredumbre por lluvia sigue su curso en una a cuatro semanas, dependiendo de la extensión y la gravedad de las costras.
A medida que la curación progresa, resista el impulso de arrancar las costras, ya que son muy dolorosas y pueden sangrar. En su lugar, ablándalas con aceite mineral y deja que se suelten solas. A continuación, aplica un champú medicinal suave y trata de frotar suavemente las costras con las yemas de los dedos. Si las costras no se desprenden con facilidad, vuelva a aceitarlas.
Prevenir la podredumbre por lluvia es una cuestión de buen aseo. Un pelaje sucio contiene naturalmente más organismos y más restos de piel para alimentarlos. El cepillado o la aspiración dos veces por semana o con mayor frecuencia suele limitar la incidencia y la gravedad de la podredumbre por lluvia. Algunos caballos, sin embargo, son especialmente susceptibles y pueden necesitar ser protegidos del tiempo húmedo para prevenir futuros ataques en los meses siguientes. Para evitar la propagación de la podredumbre de la lluvia, no comparta los cepillos, los aperos ni las mantas de los caballos afectados.