En el sistema de justicia penal estadounidense, la riqueza -no la culpabilidad- determina los resultados. Muchas personas acusadas de delitos carecen de recursos para investigar los casos u obtener la ayuda que necesitan, lo que conduce a condenas erróneas y a sentencias excesivas, incluso en casos de pena capital.
Las disparidades raciales persisten en todos los niveles, desde las detenciones por delitos menores hasta las ejecuciones. Las políticas de «mano dura contra el crimen» que condujeron al encarcelamiento masivo tienen sus raíces en la creencia de que las personas negras y morenas son intrínsecamente culpables y peligrosas, y esa creencia sigue impulsando las políticas de condenas excesivas en la actualidad.5 Rebecca C. Heley, Jennifer L. Eberhardt, «Racial Disparities in Incarceration Increase Acceptance of Punitive Policies», Psychological Science (5 de agosto de 2014).
Más encarcelamiento no reduce los delitos violentos.6 Don Stemen, «The Prison Paradox: More Incarceration Will Not Make Us Safer», Vera (julio de 2017). El uso de las prisiones para lidiar con la pobreza y las enfermedades mentales empeora estos problemas. Las personas salen de las cárceles y prisiones superpobladas y violentas más traumatizadas, mentalmente enfermas y físicamente maltratadas de lo que entraron.
Hoy en día, casi 10 millones de estadounidenses -incluidos millones de niños- tienen un familiar directo en la cárcel o en prisión.7 FWD.us, «Every Second: The Impact of the Incarceration Crisis on America’s Families» (diciembre de 2018); Rutgers University, «Children and Families of the Incarcerated Fact Sheet» (2014). Más de 4,5 millones de estadounidenses no pueden votar debido a una condena pasada.8 Erin Kelley, «Racism & Felony Disenfranchisement: An Intertwined History», Brennan Center for Justice (9 de mayo de 2017). Y cada año, perdemos 87 mil millones de dólares en el PIB debido al encarcelamiento masivo.9 FWD.us, «Every Second: The Impact of the Incarceration Crisis on America’s Families» (diciembre de 2018).