Los «comedores quisquillosos» son uno de los retos más comunes a los que se enfrentan los padres, especialmente los de niños pequeños. Durante esta etapa de la vida, los niños pequeños experimentan muchas cosas nuevas: nuevos alimentos, nuevos entornos, nuevas personas. Al introducir una variedad de alimentos en su dieta, se enfrentan a texturas, sabores, olores, colores y formas extrañas.
Para algunos niños, esto puede dar lugar a un cierto grado de comportamiento selectivo con la comida. Para otros, pueden tener fuertes reacciones sensoriales a ciertos tipos de alimentos. Esto se conoce como aversión sensorial a los alimentos o alimentación selectiva.
¿Qué es la aversión sensorial a los alimentos?
La aversión sensorial a los alimentos describe una reacción sensorial excesiva a determinados tipos de alimentos. Los problemas sensoriales exacerbados son desencadenados por las cualidades de ciertos alimentos como el sabor, la textura, la temperatura y el olor. En los niños a los que se les ha diagnosticado un trastorno del procesamiento sensorial o un trastorno del espectro autista (TEA), los problemas de alimentación selectiva son un problema importante, siendo la textura y la consistencia de los alimentos uno de los factores subyacentes más citados a la hora de que el niño consuma o rechace determinados alimentos.
Los niños pequeños pueden comer alegremente alimentos en forma de puré, por ejemplo, pero les cuesta progresar hacia alimentos con grumos o sólidos. La alimentación selectiva también puede extenderse a determinados alimentos en función de su marca, el nombre del producto, el color o incluso la forma en que están envasados.
Durante las comidas, la aversión sensorial a los alimentos puede manifestarse en un rechazo general a tomar un bocado o a escupir la comida, o puede llegar a provocar arcadas y vómitos incluso a la vista o el olor. Esto último puede provocar miedo en el niño y agravar las dificultades actuales para comer, ya que anticipa que se producirá la misma reacción con otros alimentos similares. Por ejemplo, un niño pequeño tiene arcadas con el brócoli y puede rechazar cualquier verdura verde por miedo a tener las mismas experiencias sensoriales.
Se desconoce por qué se produce la aversión sensorial a los alimentos y hay pocas investigaciones sobre este comportamiento alimentario. Sin embargo, a menudo es el resultado de una sobrecarga de información sensorial, ya que los niños tienen dificultades para procesar los diferentes aspectos de la alimentación.
¿Cuáles son las consecuencias de la aversión sensorial a la comida?
Dieta restringida
Una de las principales preocupaciones con la aversión sensorial a la comida y el comportamiento selectivo de la alimentación es que la dieta del niño se vuelve menos variada. En los niños con TEA, la dieta limitada se reduce aún más que la de los niños pequeños con un desarrollo típico. Esto suele traducirse en una reducción de la ingesta de verduras, frutas y carnes y una mayor ingesta de carbohidratos refinados.
Deficiencias de nutrientes
La ingesta restringida de grupos de alimentos durante un período prolongado puede provocar deficiencias de nutrientes como proteínas, hierro, vitamina D, vitamina C y zinc. Esto no sólo puede perjudicar el desarrollo del niño, sino que la insuficiencia nutricional puede estar perpetuando el TEA del niño. Los niños con fuertes aversiones a los alimentos también corren el riesgo de aumentar de peso debido a la mayor ingesta de carbohidratos refinados y alimentos procesados.
Aumento del estrés familiar
La alimentación selectiva y la reacción exagerada a los nuevos alimentos pueden causar importantes luchas de poder y estrés familiar, especialmente a la hora de comer. A los padres les suele preocupar que las aversiones alimentarias de sus hijos les impidan satisfacer sus necesidades nutricionales. La limitación de las preferencias alimentarias también hace que cocinar para la familia sea un reto y que atender las necesidades de varios niños sea aún más difícil.
Aislamiento social
Este trastorno del procesamiento sensorial también puede llevar al aislamiento social, ya que muchos niños pequeños, especialmente los que tienen TEA, se vuelven retraídos. Los niños pueden llegar a dudar de ir a casa de sus amigos para jugar o comer en lugares extraños por miedo a enfrentarse a determinados alimentos.