Mientras que muchas películas y programas de televisión parecen tener cierta reverencia abierta por sus personajes caninos, Las Chicas Superpoderosas se destaca por sí sola como una de las pocas que eligen de alguna manera simultáneamente resaltar y marginar a uno de sus únicos personajes caninos reales: El perro que habla. Y sin embargo, con el enfoque de la serie y su sátira al límite, también podría estar burlándose de algunas de las dinámicas que compartimos con nuestros perros.
Aunque es un personaje recurrente relativamente común que aparece en numerosos episodios, el Perro Parlante también aparece en el primer episodio de la serie, «Meat Fuzzy Lumpkins», e incluso insinúa quién es el villano cuando las chicas están perplejas sobre quién está convirtiendo a todos los habitantes del pueblo en carne. A partir de entonces, su posición es una especie de broma, ya que a menudo se le representa casi exclusivamente como un personaje de una sola línea, burlándose del hecho de que, aunque puede hablar, a nadie parece importarle. Además, a menudo tiene mala suerte, ya que es víctima de muchas caídas de objetos, y su dolor es frecuentemente ignorado por los personajes de la serie, lo que podría ser una declaración mayor en sí misma.
Sin embargo, aparece en un importante episodio titulado «Shut the Pup Up», en el que es el único testigo de un crimen y, por lo tanto, es colocado en un programa especial de protección de testigos. A su vez, las chicas lo acogen en su casa, pero pronto aprenden que tener un perro que habla es más de lo que esperaban. En el contexto, para los espectadores más jóvenes, esto puede ser tan simple como mostrar que los perros son más responsables de lo que mucha gente parece pensar. Sin embargo, a un nivel más profundo, sus palabras y acciones parecen insinuar a menudo la idea de que hay mucho más en la dinámica humano-canina. Durante el episodio, manipula a las chicas para que le den comida (algo que debería resultar familiar a muchos dueños de perros), pero cuando le presentan comida enlatada estándar, se muestra pasivamente agresivo y las convence de que le compren algo de mayor calidad y más sabroso, lo que apunta a la idea de que, aunque acojamos a un animal, siempre hay que preguntarse hasta dónde estamos dispuestos a llegar para mejorar su calidad de vida. Aunque muchas de sus demandas pasivas parecen un poco excesivas, también parece dar a entender que mientras estemos dispuestos a proporcionárselo, los perros siempre aceptarán más, aunque sea tan indulgente como entrañable.