El nihilismo, (del latín nihil, «nada»), originalmente una filosofía de escepticismo moral y epistemológico que surgió en la Rusia del siglo XIX durante los primeros años del reinado del zar Alejandro II. El término fue utilizado por Friedrich Nietzsche para describir la desintegración de la moral tradicional en la sociedad occidental. En el siglo XX, el nihilismo englobaba una serie de posturas filosóficas y estéticas que, en un sentido u otro, negaban la existencia de verdades o valores morales genuinos, rechazaban la posibilidad del conocimiento o la comunicación, y afirmaban el sinsentido o la falta de propósito últimos de la vida o del universo.
El término es antiguo, aplicado a ciertos herejes en la Edad Media. En la literatura rusa, el nihilismo fue probablemente utilizado por primera vez por N.I. Nadezhdin, en un artículo de 1829 en el Mensajero de Europa, en el que lo aplicaba a Aleksandr Pushkin. Nadezhdin, al igual que V.V. Bervi en 1858, equiparó el nihilismo con el escepticismo. Mijail Nikiforovich Katkov, un conocido periodista conservador que interpretó el nihilismo como sinónimo de revolución, lo presentó como una amenaza social por su negación de todos los principios morales.
Fue Iván Turguéniev, en su célebre novela Padres e hijos (1862), quien popularizó el término a través de la figura de Bazárov el nihilista. Con el tiempo, los nihilistas de los años 1860 y 70 pasaron a ser considerados hombres desaliñados, desordenados, revoltosos y harapientos que se rebelaban contra la tradición y el orden social. La filosofía del nihilismo comenzó entonces a asociarse erróneamente con el regicidio de Alejandro II (1881) y con el terror político que empleaban quienes actuaban entonces en organizaciones clandestinas opuestas al absolutismo.
David Magarshack
Si para los elementos conservadores los nihilistas eran la maldición de la época, para los liberales como N.G. Chernyshevsky representaban un mero factor transitorio en el desarrollo del pensamiento nacional -una etapa en la lucha por la libertad individual- y un verdadero espíritu de la joven generación rebelde. En su novela ¿Qué hacer? (1863), Chernyshevsky se esforzó por detectar aspectos positivos en la filosofía nihilista. Del mismo modo, en sus Memorias, el príncipe Pedro Kropotkin, el principal anarquista ruso, definió el nihilismo como el símbolo de la lucha contra todas las formas de tiranía, hipocresía y artificialidad y por la libertad individual.
Fundamentalmente, el nihilismo del siglo XIX representaba una filosofía de negación de todas las formas de esteticismo; abogaba por el utilitarismo y el racionalismo científico. Los sistemas filosóficos clásicos fueron rechazados por completo. El nihilismo representaba una forma cruda de positivismo y materialismo, una revuelta contra el orden social establecido; negaba toda autoridad ejercida por el Estado, por la iglesia o por la familia. No basaba su creencia en nada más que en la verdad científica; la ciencia sería la solución de todos los problemas sociales. Todos los males, creían los nihilistas, derivaban de una única fuente -la ignorancia- que sólo la ciencia podría superar.
El pensamiento de los nihilistas del siglo XIX estuvo profundamente influenciado por filósofos, científicos e historiadores como Ludwig Feuerbach, Charles Darwin, Henry Buckle y Herbert Spencer. Como los nihilistas negaban la dualidad del ser humano como combinación de cuerpo y alma, de sustancia espiritual y material, entraron en violento conflicto con las autoridades eclesiásticas. Como los nihilistas cuestionaban la doctrina del derecho divino de los reyes, entraron en un conflicto similar con las autoridades seculares. Como despreciaban todos los vínculos sociales y la autoridad familiar, el conflicto entre padres e hijos se hizo igualmente inmanente, y es este tema el que mejor se refleja en la novela de Turguéniev.