Revelación y significado
El propósito de un milagro puede estar en el resultado directo e inmediato del acontecimiento -por ejemplo, la liberación de un peligro inminente (así, el paso de los hijos de Israel a través del Mar Rojo en el libro del Éxodo de la Biblia hebrea), la curación de una enfermedad o la provisión de abundancia a los necesitados. Sin embargo, el objetivo final suele ser la demostración del poder del dios o del santo, el «hombre de Dios» a través del cual actúa el dios, al que se atribuye el milagro. Así, el cruce del Mar Rojo por los israelitas se describe no sólo en términos de salvación de un gran peligro, sino como una revelación de la presencia salvadora de Dios y de la consiguiente obligación de servirle y obedecerle; según el relato del Éxodo, «y vio Israel la gran obra que hizo el Señor contra los egipcios, y el pueblo temió al Señor; y creyeron en el Señor y en su siervo Moisés». El propósito de un suceso milagroso es, pues, revelar una realidad divina o una dimensión numinosa. El suceso puede ser un acontecimiento relacionado con necesidades o situaciones naturales, como la enfermedad, el hambre o la angustia, o un acontecimiento específicamente religioso que tiene como efecto alguna forma de salvación o revelación, como la teofanía en el monte Sinaí en la que Dios entregó a Moisés los Diez Mandamientos, la resurrección de Jesucristo o la revelación del Corán al profeta Mahoma. Incluso en estos acontecimientos específicamente religiosos, el elemento milagroso no es necesariamente esencial, sino que se produce como una mera circunstancia de acompañamiento diseñada para captar la atención e imprimir a todos el carácter único y el significado de la ocasión. Así, al menos en teoría, la teofanía del Monte Sinaí podría haber tenido lugar sin truenos ni relámpagos; Jesús no tendría que haber nacido de una virgen; Mahoma no tendría que haber hecho su viaje milagroso al cielo. En realidad, sin embargo, la propia naturaleza y calidad de un acontecimiento religioso atrae elementos, elaboraciones y adornos milagrosos, y así, por ejemplo, los fundadores de casi todas las religiones son el centro de grandes ciclos de milagros, y los milagros se producen por regla general en relación con personas y objetos de importancia religiosa, como santos, sacramentos, reliquias, imágenes sagradas y similares.