Viernes, 16 de mayo de 2014
Las estatinas son potentes fármacos para reducir el colesterol y probablemente han salvado millones de vidas (o mejor dicho, han retrasado millones de muertes) en personas que tienen aterosclerosis comprobada (es decir, en prevención secundaria). Sin embargo, como todos los medicamentos, tienen sus efectos adversos y su uso en personas sin signos clínicos de enfermedad aterosclerótica sigue siendo controvertido.
Ahora, un artículo de Takehiro Sugiyama y sus colegas, publicado en JAMA Internal Medicine, señala otro posible efecto «adverso» de las estatinas: el aumento de peso.
Los investigadores examinaron la relación entre los cambios en la ingesta de calorías y grasas entre los usuarios y los no usuarios de estatinas en una muestra representativa a nivel nacional de 28.000 adultos estadounidenses, de 20 años o más, de la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición (NHANES), de 1999 a 2010.
Si bien en 1999-2000 la ingesta calórica era significativamente menor para los usuarios de estatinas en comparación con los no usuarios (en unas 180 kcal/día), esta diferencia entre los grupos se redujo con el paso del tiempo.
En cambio, no se observó ningún cambio significativo entre los no usuarios durante el mismo periodo de estudio.
Al igual que con las calorías, los usuarios de estatinas en 1999-2000 comían unos 10 g menos de grasa al día que los no usuarios, pero «noramlizaron» su ingesta de grasa con el paso del tiempo.
En consonancia con esto, el IMC aumentó más entre los usuarios de estatinas (+1,3) pero no en los no usuarios (+0,4) durante este período de tiempo.
Los autores interpretan que estos hallazgos indican que, con el tiempo, los esfuerzos dirigidos al control de la dieta entre los usuarios de estatinas pueden ser cada vez menos intensos, ya que los usuarios de estatinas (y sus proveedores de atención médica) pueden estar confiando cada vez más en las píldoras para hacer el trabajo.
Como no hay ninguna relación biológica plausible entre el uso de estatinas y un aumento del apetito, esta parece una hipótesis muy razonable.
Tal vez no sea muy diferente a la observación común de que las personas que comienzan programas de ejercicio pueden empezar a comer dietas menos saludables (o simplemente más calorías) porque se sienten «protegidos» por sus esfuerzos físicos.
Supongo que todos podríamos hacer un mejor trabajo recordando que la farmacoterapia siempre debe complementar los estilos de vida más saludables en lugar de reemplazarlos.
@DrSharma
Las Vegas, NV