Un cambio en los síntomas apetitivos de la depresión
En las últimas décadas, se ha producido un profundo cambio en las características apetitivas de la depresión. Para las primeras medidas de la depresión, como la Escala de Calificación de la Depresión de Hamilton (HRSD; Hamilton, 1960), la característica apetitiva clave de la depresión era la pérdida de peso. En los años 50 y 60, la reducción del apetito se consideraba una característica clave incluso en la depresión leve y se observó que en la depresión moderada el deseo de comer puede desaparecer casi por completo (Beck, 1967); los que sufren una depresión grave pueden casi tener que obligarse a comer (Schuyler, 1974; Polivy y Herman, 1976). Zung, otro pionero de la medición de la depresión, descubrió que incluso el individuo designado como el «otro» significativo asociaba la pérdida de apetito como síntoma de depresión en el paciente (Zung et al., 1974). En el HRSD no se evaluó el aumento del apetito, la ingesta de alimentos o el aumento de peso. En estos primeros informes, las personas con depresión que comían en exceso o ganaban peso eran diagnosticadas de «depresión atípica» y eran tratadas de forma diferente a las que tenían una depresión más «típica» caracterizada por la pérdida de peso.
Sin embargo, esta forma de entender la depresión ha cambiado, identificándose el aumento de peso y el incremento del apetito como un síntoma «típico» de la depresión entre las personas que padecen el trastorno en la actualidad (Doraiswamy, 2013), como también es evidente que es un síntoma común para muchos otros trastornos que implican malestar emocional (American Psychological Association, 2013). De hecho, una reciente encuesta nacional representativa de los Estados Unidos con 43.093 adultos descubrió que la prevalencia de la depresión mayor con rasgos atípicos era casi un 40% mayor que la de la depresión sin rasgos atípicos (Blanco et al., 2012). En esta encuesta, los factores que predijeron la depresión atípica parecen reflejar el crecimiento de la obesidad y la sobrealimentación en nuestra sociedad en su conjunto.
Explicaciones tempranas de la pérdida de peso en la depresión
Las explicaciones originales de la pérdida de peso observada en pacientes con depresión se basaban en la necesidad de supervivencia. La reducción del apetito puede proteger a los seres humanos de las enfermedades transmitidas por los alimentos. Sin embargo, es posible que esta respuesta no sea tan necesaria hoy en día, ya que los alimentos son cada vez más seguros y la medicina ha avanzado, lo que ha permitido aumentar la esperanza de vida humana en casi 10 años desde 1960 (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, 2011). Otra explicación de la pérdida de peso observada en los pacientes con depresión se basa en el modelo de desconexión conductual, que postula que la reducción del apetito ayuda a conservar la energía en un entorno hostil. Sin embargo, hoy en día, en los países desarrollados, como Estados Unidos, hay un suministro abundante de alimentos que potencialmente niega la necesidad de una «desconexión conductual». De hecho, los estudios han demostrado que la migración de México a EE.UU. se asocia con un aumento de los patrones de atracones y el aumento de peso (Tavernise, 2013). Por lo tanto, las primeras explicaciones de la pérdida de peso observada entre los pacientes con depresión pueden ser ahora obsoletas, con un cambio hacia el aumento de peso que refleja los avances en la medicina, y los cambios socioculturales en los últimos 50+ años que potencialmente conducen a adaptaciones biológicas naturales.
De la pérdida de peso al aumento de peso: Direcciones futuras
Aunque este cambio de la pérdida de peso al aumento de peso es evidente, poca investigación ha investigado específicamente cómo explicarlo. Se pueden y deben seguir muchas direcciones posibles para la investigación futura. Una dirección prometedora explica que a medida que los «alimentos reconfortantes» (aquellos típicamente ricos en grasa y azúcar) se vuelven cada vez más disponibles en un entorno, como ha sucedido en el último medio siglo, las personas con depresión buscarán cada vez más esos alimentos para reconfortarse, o para sentirse bien (Privitera, 2008). En consonancia con esta explicación, otra postula que somos comedores hedónicos, es decir, que comemos para experimentar placer, no simplemente para saciarnos o para satisfacer las necesidades energéticas del cuerpo (Privitera, 2008; Doraiswamy, 2013). En consonancia con esta teoría, datos piloto recientes sugieren una asociación entre la preferencia por el sabor dulce y la depresión en pacientes obesos (Aguayo et al., 2012), y que la respuesta hedónica al sabor dulce se asocia con una elevada sensibilidad a los efectos de alteración del estado de ánimo de los alimentos de sabor dulce (Kampov-Polevoy et al., 2006).
El TMA desencadena cambios neurobiológicos específicos del contexto social en el que reside un individuo, lo que da lugar a síntomas somáticos que luego se diagnostican dentro de una lente cultural. Por lo tanto, a medida que la cultura cambia, también pueden hacerlo los síntomas de la depresión. Esto es coherente con una teoría influyente según la cual los cambios ambientales pueden contribuir a la biología de la depresión a través de la remodelación de la cromatina y los cambios epigenéticos en la expresión de los genes dentro de los circuitos de recompensa límbicos y neuronales (Nestler, 2012). Si esta influyente teoría es cierta, sería importante estudiar más a fondo las implicaciones transgeneracionales de dichos cambios.
Además, la alimentación hedónica puede ser un producto de la sociedad-cultura. En Estados Unidos, por ejemplo, donde las tasas de depresión son elevadas, las demandas sociales de hogares con dos padres que trabajan, el tiempo limitado para preparar y cocinar las comidas, y el tamaño cada vez mayor de las porciones y la disponibilidad de alimentos desde 1960 pueden contribuir a potenciar los poderosos efectos del sistema dopaminérgico del cerebro medio para influir en la elección de alimentos con más grasa y azúcar. Desde un contexto evolutivo, el azúcar indica seguridad en la naturaleza, y la grasa es el nutriente más calórico de la Tierra. Por lo tanto, el sistema dopaminérgico del cerebro medio evolucionó para perseguir estos nutrientes sin discriminación (Privitera, 2008); cuanto más disponibles estén esos nutrientes en un entorno, más a menudo predecimos que se perseguirán y comerán esos alimentos. Esto podría ser especialmente relevante para los pacientes con depresión, ya que la ingesta de estos «alimentos reconfortantes» también se asocia con los correspondientes aumentos fisiológicos y psicológicos de la capacidad de respuesta emocional y el estado de ánimo positivo (Dubé et al., 2005).
Alimentación, estado de ánimo y posibles terapias
Los estudios recientes muestran resultados prometedores que también podrían conducir a posibles terapias y tratamientos para las personas con depresión. Las pruebas neurobiológicas demuestran que las vías neuronales de recompensa, y las vías dopaminérgicas en particular, se activan con la presentación visual de alimentos con alto contenido calórico (Frank et al., 2010). Los datos conductuales demuestran que el estado de ánimo también mejora positivamente entre los participantes que ven alimentos ricos en calorías y de sabor dulce (Privitera et al., 2013a) y los participantes que dibujan estos alimentos en un entorno de terapia artística (Privitera et al., 2013b). Por lo tanto, los estudios muestran ahora efectos positivos sobre el estado de ánimo utilizando señales de alimentos, sin que los participantes consuman realmente esos alimentos. Hasta la fecha, estos estudios se realizaron con muestras no deprimidas. Sin embargo, la medida de referencia del estado de ánimo de los participantes con depresión sería más baja, lo que llevaría a una mayor sensibilidad para observar cambios positivos en el estado de ánimo utilizando procedimientos similares para mejorar el estado de ánimo y tratar la depresión. Los estudios que investigan la eficacia de una terapia de este tipo para las personas con depresión, y los beneficios a corto y largo plazo de una terapia de este tipo para mejorar el estado de ánimo podrían conducir a estrategias potenciales para tratar la depresión utilizando señales de alimentos, sin un aumento correspondiente en el aumento de peso y la ingesta de calorías, ya que los participantes pueden mejorar el estado de ánimo simplemente mirando estos alimentos, sin consumirlos realmente.
Aunque las direcciones potenciales propuestas aquí son ciertamente preliminares, no se puede negar el «peso» de la evidencia de un cambio en los síntomas apetitivos que son característicos de aquellos con depresión. Por lo tanto, es imperativo explicar este cambio, y abrir nuevas direcciones de investigación que puedan conducir a potenciales estrategias y terapias para tratar la ahora «típica» depresión asociada con el aumento del apetito y del peso entre aquellos con depresión.
Agradecimientos
P. Murali Doraiswamy ha recibido becas de investigación y ha actuado como asesor/ponente de varias empresas farmacéuticas. Posee acciones en Sonexa, Clarimedix, Maxwell Health y Adverse Events, cuyos productos no se discuten aquí.
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