Desde la fundación del Instituto Erikson, nos hemos comprometido a preparar un nuevo tipo de profesional de la primera infancia, con un profundo conocimiento del desarrollo infantil.
Para reflejar este enfoque único, la escuela fue rebautizada en 1969 con el nombre del renombrado psicoanalista Erik H. Erikson, antiguo colega de la cofundadora del Instituto Erikson, Maria Piers. Fue el primero en proponer que los niños no son simplemente organismos biológicos, sino también productos de las expectativas, prejuicios y prohibiciones de la sociedad.
Sobre Erik Erikson
El traslado cambió su vida y su carrera. Obtuvo un certificado de la Escuela María Montessori, y luego se embarcó en la formación psicoanalítica en el Instituto Psicoanalítico de Viena. En 1936 se incorporó al Instituto de Relaciones Humanas, que forma parte del departamento de psiquiatría de la Universidad de Yale.
El legado de Erikson
El trabajo más conocido de Erikson es su teoría de que cada etapa de la vida está asociada a una lucha psicológica específica, una lucha que contribuye a un aspecto importante de la personalidad. Su progresión del desarrollo -de la confianza a la autonomía, la iniciativa, la industria, la identidad, la intimidad, la generatividad y la integridad- se concibió como la reorganización secuencial de las estructuras del ego y del carácter. Cada fase era la raíz potencial de la salud y la patología posteriores.
Al centrarse en lo social además de en lo psicológico, las etapas de Erikson representaron un gran salto en el pensamiento freudiano, que había hecho hincapié en la naturaleza psicosexual del desarrollo. Aunque gran parte de su trabajo teórico ha sido cuestionado desde entonces, el marco básico del desarrollo de Erikson -el conflicto negociado en el contexto de las relaciones- sigue iluminando nuestro pensamiento, al igual que el concepto de crisis de identidad, la confusión de roles que Erikson identificó por primera vez.
El desarrollo humano en un contexto social
Otra importante contribución de la obra de Erikson es la noción de que la personalidad se va formando a lo largo de la vida, lo que implica que las experiencias posteriores pueden curar o mejorar los problemas de la primera infancia.
Por último, Erikson abogó poderosamente por una «nueva educación de los niños» basada en el autoconocimiento y en una visión compleja del mundo que despreciaba «los diagnósticos inmediatos de salud o enfermedad, los juicios de bondad o maldad, o los consejos sobre ‘cómo'». Las creencias de Erikson en la complejidad y la capacidad de recuperación de los niños y en la importancia de la mutualidad en las relaciones de ayuda llevaron a las fundadoras del Instituto, Maria Piers, Barbara Bowman y Lorraine Wallach, a nombrar el Instituto en su honor.