Cada lunes, esta columna pasa una página de la historia para explorar los descubrimientos, acontecimientos y personas que siguen afectando a la historia que se hace hoy.
Llegó tarde a la Era de la Exploración, pero aun así James Cook consiguió dejar su huella en la historia del mundo en la última frontera de la terra incognita: el océano Pacífico y sus islas.
Cook utilizó los últimos métodos científicos y técnicas de cartografía para trazar sus épicos viajes a lugares como Tahití, Australia, Nueva Zelanda y Hawái. Muchas de sus expediciones supusieron la primera vez que los habitantes nativos de esas islas veían un rostro occidental.
Lo que poca gente sabe es que cuando Cook llegó a sus conocidos viajes por el Pacífico, el marino inglés ya había participado en la toma de Quebec en 1759, que a la postre supuso el dominio británico en Norteamérica.
Captura de Quebec
Los Estados Unidos y Canadá, por no hablar de las islas del Caribe, podrían pertenecer a Francia de no haber sido por James Cook.
Después de ascender en los rangos de la Marina Real Británica en pocos años, el prometedor navegante James Cook fue enviado en 1758 en una misión para cartografiar las aguas del río San Lorenzo en lo que se convertiría en la provincia de Quebec.
Los británicos llevaban años enfrascados en la Guerra de los Siete Años contra los franceses y no les iba bien en Norteamérica. Sin embargo, gracias a los detallados mapas de Cook, la flota pudo capturar la ciudad de Quebec, una victoria que a la postre supuso el fin de la guerra y el traspaso de la mayor parte del continente de Francia a Gran Bretaña.
Continente misterioso
En 1768, Cook fue nombrado capitán del Endeavour, liderando una expedición de científicos y marineros para observar el tránsito de Venus por el sol, en el cielo de Tahití, un acontecimiento poco frecuente que ayudó a los astrónomos a medir la distancia entre la Tierra y el Sol.
Sin embargo, ése no era el único objetivo de la Marina Real.
También se entregó al capitán un mensaje secreto y sellado -que Cook abrió obedientemente sólo después de terminar sus observaciones en Tahití- en el que se le instruía para que buscara el escurridizo continente mamut que los exploradores europeos llamaron Terra Australis (o tierra del Sur). Los rumores sobre esta gran masa de tierra, que se creía que cubría toda la cuarta parte inferior del globo, existían desde que los exploradores holandeses cartografiaron partes del noroeste de Australia más de 100 años antes. Cook encontró y exploró el este de Australia durante su misión, asumiendo que no era la gran extensión que buscaban pero sí un nuevo territorio, y lo reclamó para Gran Bretaña.
Para los británicos, el descubrimiento llegó justo a tiempo, ya que la pérdida de sus colonias americanas había agravado su problema de hacinamiento en las cárceles.
Los primeros barcos penales partieron de Inglaterra hacia Australia una década después de que Cook regresara con su informe, convirtiéndose en los primeros asentamientos no nativos en el lugar y dando forma a la historia de esa nación.
Explora hasta la muerte
Cook volvió al mar de nuevo en 1773, equipado con lo último en herramientas de navegación, en otro intento de resolver el misterio de Terra Australis. Cuando la legendaria masa de tierra no fue encontrada, Cook declaró que el misterio estaba resuelto: no había ningún continente perdido, como esperaban los europeos. Sin embargo, fue el primero en sugerir la existencia de la Antártida, cuyas frías aguas había atravesado en busca de la Terra Australis.
Durante su segundo viaje, Cook también cartografió gran parte de las islas del Pacífico Sur, la mayoría de las cuales nunca habían sido visitadas por personas que no fueran polinesias.
Los estadounidenses a los que les gusta relajarse en las zonas de recreo «estatales» de Maui u Oahu tienen que agradecer el tercer viaje de Cook. Este último y fatal viaje en busca de un Paso del Noroeste que conectara los océanos Pacífico y Atlántico se cruzó con las islas hawaianas, hasta entonces desconocidas para el mundo exterior, en 1778. Allí murió en un viaje de regreso en 1779, apuñalado mientras intentaba tomar como rehén a un jefe hawaiano.
Al morir, Cook había trazado miles de kilómetros de costa alrededor del mundo y resuelto varios misterios del Pacífico Sur. Hizo todo eso y por el camino sólo perdió unos pocos hombres por escorbuto, un problema rampante en la época, al animar a sus marineros a comer sus frutas y verduras.
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