Respuesta: A la hora de proyectar cuánto tiempo es probable que sobreviva un individuo tras la aparición de lo que se denomina enfermedad renal terminal (ERT), los factores clave son: 1. La edad y el sexo del paciente, 2. La causa de la insuficiencia renal y 3. El método de tratamiento. Método de tratamiento.
No es de extrañar que cuanto más joven sea uno cuando padece la ESRD, más larga será la posible prolongación de la vida. Como ejemplo, una persona de 20 años puede vivir otros 40 años, mientras que una persona de 80 años puede esperar menos de cinco años de vida adicional gracias al tratamiento de la ERS. La causa de la insuficiencia renal suele limitar la vida futura. De ello se deduce que el cáncer de riñón o de vejiga puede tener un pronóstico mucho peor que la insuficiencia renal debida a la hipertensión arterial. Después de los años de vida extra que tienen en la población general, en aquellos con insuficiencia renal terminal, las mujeres viven aproximadamente un 10 por ciento más que los hombres de la misma edad con la misma causa de insuficiencia renal.
La comparación de los resultados del tratamiento de la ESRD apoya la firme conclusión de que, en general, la supervivencia es mucho mayor con un trasplante de riñón que con el tratamiento de diálisis peritoneal (DP) o hemodiálisis. A modo de ejemplo, un hombre sano de 65 años de la población general puede esperar unos 17 años de vida en ausencia de insuficiencia renal, pero sólo vivirá 3,6 años en diálisis. Un trasplante de riñón permitiría a ese mismo hombre vivir 12 años. Para complicar aún más las predicciones de vida con insuficiencia renal terminal, los afortunados que obtienen un trasplante de riñón de un donante vivo casi siempre viven más tiempo que los receptores de riñón de un donante fallecido de la misma edad. Si añadimos el impacto de la maravillosa vuelta a la «calidad de vida» normal que experimentan muchos receptores de trasplantes de riñón, es racional esforzarse por la opción del trasplante en lugar de la diálisis siempre que sea posible. El hecho de que un trasplante de riñón sea o no el tratamiento correcto para un paciente concreto es una cuestión cambiante en función de la edad superior o la causa de la enfermedad renal. Cuando se introdujo el tratamiento de diálisis, ser mayor de 45 años significaba la exclusión absoluta de la terapia. Hoy en día, la edad media de los nuevos pacientes de diálisis en Estados Unidos es de 64 años. Del mismo modo, en la actualidad se realizan trasplantes de riñón en pacientes de edad muy avanzada, así como en muchos casos en los que la causa de la enfermedad renal terminal se consideraba motivo para rechazar un trasplante.
Al pensar en el porqué de la cuestión de qué opción es la mejor para cualquier paciente específico con ERS, el nefrólogo intenta equilibrar la disponibilidad y la voluntad de los posibles donantes familiares de riñón con la relativa urgencia de la enfermedad del paciente. La espera para un donante de riñón fallecido en Nueva York, por ejemplo, es ahora de casi 10 años, lo que significa que algunos pacientes en diálisis que están en la lista de espera no vivirán lo suficiente para conseguir el deseado trasplante. Sin duda, la mejor opción, casi siempre, es recibir un riñón de un donante vivo bien emparejado. En mi experiencia, atiendo a receptores de riñón que están alegres y plenamente funcionales más de 30 años después de su trasplante. No es habitual que los que están en diálisis lleven una vida casi normal después de 20 años. En el lado claramente positivo, las perspectivas tanto para los pacientes en diálisis como para los trasplantados mejoran continuamente.
Respuesta proporcionada por Eli A. Friedman, MD. El Dr. Friedman es profesor distinguido de SUNY Health Science Center Brooklyn, NY. El Dr. Friedman también es presidente de la Junta Consultiva Médica de la AAKP y es miembro vitalicio de la AAKP.
La columna «Querido médico» ofrece a los lectores la oportunidad de enviar preguntas sobre la salud de los riñones a los profesionales sanitarios. Las respuestas no deben interpretarse como un diagnóstico y, por tanto, no deben producirse alteraciones en la atención sanitaria actual hasta que se consulte al médico del paciente.
Este artículo apareció originalmente en el número de enero de 2010 de aakpRENALIFE.