El origen del common law
El common law inglés se originó a principios de la Edad Media en la Corte del Rey (Curia Regis), un tribunal real único establecido para la mayor parte del país en Westminster, cerca de Londres. Al igual que muchos otros sistemas jurídicos primitivos, no constaba originalmente de derechos sustantivos, sino de recursos procesales. La elaboración de estos recursos ha dado lugar, con el paso del tiempo, al sistema moderno en el que los derechos se consideran primordiales sobre el procedimiento. Hasta finales del siglo XIX, el common law inglés siguió siendo desarrollado principalmente por los jueces y no por los legisladores.
El common law de Inglaterra se creó en gran medida en el período posterior a la conquista normanda de 1066. Los anglosajones, especialmente después de la llegada de Alfredo el Grande (871), habían desarrollado un conjunto de normas que se asemejaban a las utilizadas por los pueblos germánicos del norte de Europa. Las costumbres locales regían la mayoría de los asuntos, mientras que la iglesia desempeñaba un papel importante en el gobierno. Los delitos se trataban como agravios por los que se indemnizaba a la víctima.
La conquista normanda no supuso el fin inmediato del derecho anglosajón, pero un periodo de gobierno colonial por parte de los conquistadores, principalmente normandos, produjo cambios. La tierra se asignó a los vasallos feudales del rey, muchos de los cuales se habían unido a la conquista con esta recompensa en mente. Los agravios graves se consideraban principalmente como delitos públicos y no como asuntos personales, y los autores eran castigados con la muerte y la confiscación de bienes. La exigencia de que, en caso de muerte súbita, la comunidad local identificara el cadáver como inglés («presentment of Englishry») -y, por tanto, de poca importancia- o se enfrentara a fuertes multas revela un estado de malestar entre los conquistadores normandos y sus súbditos ingleses. Se centralizó el gobierno, se creó una burocracia y se mantuvieron registros escritos. Existe controversia acerca de hasta qué punto el eficiente gobierno del reino anglo-normando se debía a la herencia de las instituciones anglosajonas o a la crueldad de los invasores normandos. Los elementos del sistema anglosajón que sobrevivieron fueron el jurado, las ordalías (juicios mediante pruebas físicas o combates), la práctica de la proscripción (poner a una persona fuera de la protección de la ley) y los autos (órdenes que obligan a una persona a comparecer ante un tribunal; véase más adelante El desarrollo de un poder judicial centralizado). Durante el reinado de Enrique II (1154-89) se produjo una importante consolidación. Los funcionarios reales recorrían el país, indagando sobre la administración de justicia. La Iglesia y el Estado estaban separados y tenían sus propios sistemas jurídicos y judiciales. Esto llevó a siglos de rivalidad por la jurisdicción, especialmente porque las apelaciones de los tribunales eclesiásticos, antes de la Reforma, podían llevarse a Roma.
Los normandos hablaban francés y habían desarrollado un derecho consuetudinario en Normandía. No tenían abogados ni jueces profesionales; en su lugar, los clérigos alfabetizados actuaban como administradores. Algunos de los clérigos estaban familiarizados con el derecho romano y el derecho canónico de la iglesia cristiana, que se desarrolló en las universidades del siglo XII. El derecho canónico se aplicaba en los tribunales eclesiásticos ingleses, pero el revivido derecho romano tuvo menos influencia en Inglaterra que en otros lugares, a pesar del dominio normando en el gobierno. Esto se debió en gran medida a la temprana sofisticación del sistema anglonormando. La costumbre normanda no fue simplemente trasplantada a Inglaterra; a su llegada, surgió un nuevo cuerpo de normas, basado en las condiciones locales.