China es ahora un mercado emergente, para bien y para mal
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El gobierno chino lleva años queriendo estar mejor representado en los índices de referencia mundiales, pero puede descubrir que su estatus viene con un bagaje no deseado.
Una de las cosas valiosas de los mercados chinos -incluso en medio de la actividad especulativa crónica, la falta de transparencia y la enmarañada dinámica de la deuda- es la relativa autonomía de la que goza el país para dirigir su propio ciclo financiero. Su capacidad para ajustar las condiciones financieras de forma independiente significa que sus bonos del Estado, por ejemplo, ofrecen rendimientos que están menos correlacionados con los de otros mercados importantes.
El gran peso de la economía china es parte de lo que le permite ejercer cierto control sobre su ciclo económico, pero también lo es su sistema financiero relativamente cerrado. El jardín amurallado de los controles de capital, que limita el flujo de entrada y salida de inversiones en China, permite al gobierno mantener una especie de microclima económico.
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Otros mercados emergentes son menos afortunados. En lugar de establecer sus propias condiciones monetarias, se ven arrastrados por el apetito de riesgo global de los inversores y las decisiones políticas de la Reserva Federal de Estados Unidos.