En una cena de Estado, Nkrumah brindó por Isabel diciendo: «El viento de cambio que sopla en África se ha convertido en un huracán. Independientemente de lo que se lleve al limbo de la historia, la consideración personal y el afecto que sentimos por Su Majestad no se verán afectados». La respuesta de la reina se refirió al hecho de que las naciones de la Commonwealth pueden estar en desacuerdo sin que sus miembros tengan que marcharse.
Elizabeth también captó la atención al bailar con Nkrumah. Tener a la reina y a un antiguo súbdito colonial cogidos del brazo en la pista de baile fue una forma de demostrar su aceptación de un nuevo pie entre sus países.
El viaje tuvo efectos duraderos en la Commonwealth
Nkrumah no se alegró cuando Isabel fue a visitar al joven hijo de un líder de la oposición encarcelado durante su estancia en Ghana. Pero esto no afectó al impacto global de su viaje. Con la buena voluntad que había generado, no se volvió a hablar de la posibilidad de que Ghana abandonara la Commonwealth.
El viaje de Elizabeth también ayudó a que Ghana obtuviera una financiación muy solicitada para la presa del Volta, un proyecto hidroeléctrico que era una pieza central de los planes económicos de Nkrumah. A su regreso, Macmillan se puso en contacto con el presidente John F. Kennedy para decirle: «He arriesgado a mi reina. Usted debe arriesgar su dinero». El respaldo financiero de los estadounidenses al proyecto no tardó en llegar, lo que cortó una posible vía de influencia para los soviéticos.
La dedicación de Isabel a la Commonwealth supuso que este viaje hubiera sido un éxito por el simple hecho de ayudar a mantener unida esa organización. Sin embargo, la visita también demostró cómo, aun siendo una monarca con poderes limitados, seguía teniendo un papel que desempeñar en la escena mundial.