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Aquí tienes dos de las historias de amor más populares de México para sacar al romántico empedernido que llevas dentro.
Sigue mi blog y enamórate de México!
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Los mexicanos somos unos románticos empedernidos. El amor eterno siempre está presente en el arte, la música y la literatura.
Pero por alguna razón, el amor trágico es uno de los temas más populares en las historias de amor tradicionales mexicanas. Supongo que no podemos vivir sin el drama!
Cumpliendo con la tradición, estas dos historias tratan de amantes cruzados, pero dejando de lado la tragedia, son dos de las historias de amor más queridas en México.
Historias de amor mexicanas que te derretirán el corazón
La leyenda de los volcanes
Siglos atrás, el poderoso imperio azteca gobernaba sobre muchas naciones y tribus, exigiendo un costoso tributo a cada una de ellas.
Sólo una nación se había negado a caer bajo el dominio azteca. El reino de Tlaxcala permaneció desafiante y libre, pero continuamente asaltado por el ejército azteca.
Fue durante esta época oscura cuando la hermosa princesa de Tlaxcala, Iztaccihuatl, se enamoró del guerrero más valiente del reino, Popocatépetl.
El valiente Popocatépetl pidió al rey la mano de la princesa. El rey accedió, pero la boda sólo se celebraría después de que el reino hubiera logrado la victoria sobre los aztecas.
Así que la princesa Iztaccihuatl se despidió con lágrimas de su amado Popocatépetl, quien juró que pronto volvería para estar juntos para siempre.
El ejército tlaxcalteca tuvo que librar una larga y sangrienta guerra para evitar que los aztecas se apoderaran de su país. Pero al final, el pequeño reino logró expulsar al ejército invasor.
Los mensajeros se adelantaron a la capital con la noticia de la victoria, y Popocatépetl emprendió la marcha a casa, con el corazón anhelando reunirse con su princesa.
Justo cuando Iztaccíhuatl esperaba recibir noticias de su amado Popocatépetl, llegó un mensajero con terribles noticias: el valiente guerrero había muerto en la batalla.
La princesa Iztaccíhuatl fue invadida por un terrible dolor. Incapaz de soportarlo, la bella princesa murió.
Pero la noticia de la muerte de Popocatépetl era mentira. Era un plan traicionero ideado por un celoso cortesano que también estaba enamorado de la princesa. Su terrible plan para separar a los amantes había funcionado.
Cuando Popocatépetl llegó, supo que la princesa había muerto. Lleno de dolor, tomó su cuerpo y lo llevó a la cima de la montaña más alta. Allí, encendió una antorcha y rogó a los dioses que le permitieran permanecer con ella para siempre.
Los dioses le concedieron su deseo y los convirtieron a ambos en montañas. Una tiene la figura de una mujer que yace en un sueño tranquilo. La otra es el fiel guerrero que permanece junto a ella, siempre vigilante.
El humo de su antorcha aún se eleva desde la cima hasta el día de hoy, un símbolo de su amor eterno.
El callejón del beso
Hace trescientos años, México era gobernado por España, y las familias españolas se enriquecían con las ganancias del oro y la plata de las minas mexicanas. Por todo México surgieron pueblos y ciudades mineras que se adornaron con hermosas iglesias barrocas y lujosas casas.
Pero la sociedad estaba dividida entre los españoles de pura cepa y los mestizos. Los primeros vivían una vida de riqueza y privilegios, mientras que los segundos eran vistos como ciudadanos de segunda clase.
En la próspera ciudad minera de Guanajuato, vivía un próspero comerciante español que tenía una única hija, Carmen.
Aunque su padre era un hombre de mal carácter y posesivo, permitía a Carmen asistir a misa todos los días con su sierva.
En esas breves salidas diarias conoció a Luis, un apuesto joven mestizo, y ambos se sintieron inmediatamente atraídos.
No pasó mucho tiempo hasta que Carmen y Luis se enamoraron y empezaron a desear estar juntos para siempre. Pero ella era la hija española de un hombre rico y él un pobre minero mestizo. El padre de Carmen nunca aprobaría ese matrimonio.
Un día, el padre de Carmen se enteró de que su hija estaba siendo cortejada por un minero mestizo, y montó en cólera. Le prohibió salir en absoluto, y decidió enviarla a España y concertar su matrimonio con un hombre mayor y rico.
El joven Luis estaba destrozado. Languidecía mirando la ventana de su amada hasta que notó algo extraño. El balcón de Carmen daba a un estrecho callejón, y había una casa con otro balcón justo enfrente. El callejón era tan estrecho que los dos balcones estaban a pocos centímetros de distancia.
Luis se encargó de que le admitieran en la casa de enfrente de la de Carmen para que pudieran verse en el balcón. Imagínate la alegría de Carmen cuando abrió la puerta de su habitación y vio a Luis asomado a su ventana.
Luis le prometió que nunca más se separarían, y ambos se inclinaron para besarse a través de sus balcones. Pero, de repente, el padre de Carmen entró en la habitación.
Enfurecido, el hombre sacó su puñal y apuñaló con él a Carmen en el corazón. Prefería ver a su hija muerta antes que casada con un mísero minero mestizo.
Luis cogió la mano de Carmen hasta que murió, y la besó por última vez. Incapaz de vivir sin ella, se lanzó por el pozo de la mina más grande de Guanajuato.
Hasta hoy, cientos de parejas visitan el balcón de Luis y Carmen sobre el estrecho callejón. Se dice que si una pareja se besa en el tercer escalón del Callejón del Beso, disfrutará del amor verdadero para siempre.
Hay muchas historias de amor mexicanas, pero éstas son las dos más populares. También hay decenas de versiones diferentes de cada una, pero estas son mis favoritas.
Hay quien dice que fueron Ana y Carlos, no Carmen y Luis. Pero ¿quién lo sabe realmente?
Espero que algún día vengas a México y veas los dos volcanes uno al lado del otro sobre el horizonte de la Ciudad de México. Y entonces puedas hacer un viaje a Guanajuato y besar a tu enamorada en el tercer escalón del Callejón del Beso.
¿No sería eso una gran historia de amor?